SOLO BOXEO PR PRENSA DEPORTIVA
Humilde hasta niveles sorprendentes, Alexis Argüello rompió el molde en el que precisamente por lo rústico de su profesión, se encasilla frecuentemente al boxeador. Era un hombre de hablar suave, gestos espontáneos y conversación fácil; con un profundo respeto por los demás y una caballerosidad extraña en un ambiente de gritos, amenazas y agresiones; fue un personaje que siempre estuvo ahí, al alcance de todos. Algo que resulta difícil con deportistas de alta trascendencia.
Aquel hombre alegre y gentil no fue hecho para la política, no tenía el hígado para soportar los ganchos amargos que en sus justas se lanzan los políticos; no podía, por su naturaleza, ser parte de un mundo de intrigas, manipulación y complot; no fue diseñado para funcionar en el pantano de la codicia, la soberbia y el cinismo en el que se mueve esa calaña, mucho menos tuvo el corazón para la traición; esas dos vísceras son propias de los políticos que además poseen coraza de acero para convivir entre hipocresías y conspiraciones, piel de cocodrilo para soportar las infamias y las serruchaderas de pisos, además de la suficiente desfachatez como para sentarse a la mesa con su peor enemigo como si fueran grandes amigos. Alexis no nació para eso.
El flaco fue un hombre generoso, tanto que fue incapaz de tener malicia ante los políticos; la grandeza de su corazón y su genuino sentido del agradecimiento le impidieron olfatear la manipulación de la que estaba siendo objeto. Aquel aparente reconocimiento a su altísima figura no fue mas que una burda y nefasta mentira política para hacerle creer mediante perversos estímulos que lo salvaban del infierno, para después con irrespeto y manipulación, empujarlo hacia la angustia y la desesperación, hasta conducirlo al pozo de la depresión, porque una vez en el poder, le restaron autoridad, disminuyeron sus funciones como alcalde y lo convirtieron casi en una marioneta que no decidía nada aunque todo se hacía en su nombre.
Y, aunque poseía un tremendo espíritu de lucha que le sacó a flote en sus combates arriba del ring y en la vida misma, Alexis también era proclive a los decaimientos anímicos y a las depresiones cuando las cosas no salían como él esperaba. Probablemente al darse cuenta de la degradación y burla que fue objeto, cayó en el abismo de la frustración y del vació espiritual hasta llegar a la desesperación; luchaba seguramente contra mil demonios que se abalanzaban sobre él torturándolo día y noche, hasta que, una de esas noches, hundido en su soledad, su corazón terminó siendo estrangulado, su alma y voluntad se nublaron hasta finalmente perder la razón.
El hombre que transmitía un optimismo sin límites, que devolvía sonrisas a las ofensas y vencedor de grandes batallas, de pronto se encontraba sólo y sumido en la oscuridad de un laberinto. Ya con su espíritu desarmado, sin voluntad y sin fuerzas, no pudo más y fue vencido para siempre, perdiendo su más importante batalla ante esa campeona invencible en cualquier pelea. La muerte.
El primero de Julio del 2009, los rayos del sol no brillaron con la misma intensidad sobre Nicaragua. La trágica noticia que llegó con aquella mañana no era algo que pudiera creerse rápidamente; el brutal impacto nos sorprendió a todos de forma macabra y era necesario calmarse para poder asimilar la noticia. Alexis Argüello, el más grande monumento edificado con el orgullo de todo un país, protagonista de batallas épicas y ejemplo de superación para generaciones completas, quizá en un gesto de protesta por la absurda realidad que le había tocado vivir, tomó la decisión de quitarse la vida.
Aquella bala que hace dos años atravesó el corazón de Alexis, atravesó también el corazón de todos los nicaragüenses, dejando además de un vacío irremplazable, la eterna pregunta entre nosotros sin poder encontrar una respuesta precisa ¿Por qué?
En lo personal, la horrible noticia me estalló en el cerebro muy temprano aquel primero de Julio que hoy quisiera olvidar. Y, aunque no fue mi amigo y apenas cruzamos un par de palabras, ese día, luego de un momento de incredulidad, se me clavó una tristeza en el corazón que hasta hoy no me ha abandonado. Mientras estas líneas son escritas, irremediablemente mis pensamientos regresan a ese fatídico día, recuerdos amargos me embargan, tengo la garganta seca y mis ojos vuelven a humedecerse sin que yo pueda hacer nada, ni quiero hacerlo.
Descanse en paz , Alexis Andrés Argüello Bohórquez.
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